El ciclo del agua

Cuando tenía siete años una rata
me mordió en el talón de Aquiles,

pateaba horrorizado el aire
mientras el animal
se desplazaba de un lado a otro
enganchado a mí,
mordiendo desesperado,
sin soltar sus dientes
de mi pequeño y elástico cartílago.

Fiebre, miedo y meningitis,
algo enfermo debió de contagiarme,
porque lo siguiente fue que estuve en coma
durante dos meses.

En verdad fue más parecido a un punto y coma,

así es que estuve en punto y coma
durante los dos meses siguientes,

y una vez de vuelta
no reconocía a mi padre, ni a mi madre,
ni a los vecinos, ni mi casa, ni los juguetes,
tampoco a la profesora
o a mis compañeros de clase.

No reconocía nada,
pero hice como que los creía,
como que me lo creía todo,
todo aquello, hice como que me lo creía,

entre otras cosas
porque no tenía ningún otro sitio adonde ir.

Años más tarde,
mucho tiempo después,
me invitaron a tomar asiento
en una larga serie de acolchados sofás,
dentro de una igualmente larga serie de habitaciones
con temperatura contralada y estable,

me explicaron, de manera paciente y detallada,
que mi familia, y yo mismo,
éramos entidades severamente desestructuradas,
pura desestructura, un puto desastre,
mi familia y yo mismo ferozmente punto y coma,

me dijeron que era un mecanismo de defensa
y que me lo había inventado todo,

quise preguntar si lo de la rata y el coma también,
pero no dije nada,
para qué,
si en verdad sabía que mentían,

pero hice como que me lo creía todo,
todo aquello, hice como que me lo creía,
entre otras cosas
porque no tenía nada mejor que creer,

y ningún otro sitio adonde ir.

Mira por la ventana, date un paseo,
adora y besa todas esas estructuras.
Los árboles, dios mío, qué hermosas estructuras,
mírala en sus hojas, pasa por ellas tus dedos.

Mira las nubes, la lluvia, los charcos,
el calor, la evaporación, las nubes de nuevo.

El ciclo del agua.
Abrazaría su estructura
como si fuera mía,
la miraría a los ojos, la abrazaría,
y contra toda evidencia
la reclamaría como mía.

La mía era una familia desestructurada,
una familia de estructura variable,
una estructura voluble,
casi acuática,
agua dentro de agua dentro de agua,

quizá por eso mis tobillos estaban a la vista esa tarde,
estábamos en un prado
y había llovido y había charcos,

y debía ser invierno porque la yerba
era alta y tenía gotas redondas como lupas verdes,
recuerdo el roce de la yerba mojada en mis tobillos.

Hacía mucho que los pantalones
se me habían quedado chicos,
y qué decir, tampoco llevaba calcetines,
entre unos cuantos acorralamos a la rata,
y quizá por que mis tobillos estaban a la vista,
y los de los otros no,
el animal
me eligió a mí,

y casi pareció lógico, casi pareció una rima,
mi talón de Aquiles y sus dientes,

y algo debió de ir muy mal porque lo siguiente
fue un punto y coma de dos meses,
y una vez de vuelta

no reconocía a mi padre, ni a mi madre,
ni a los vecinos, ni mi casa, ni los juguetes,
tampoco a la profesora
o a mis compañeros de clase,

nada,
tampoco los sofás acolchados
ni las habitaciones con temperatura perfecta.

Pero hice como que los creía,
como que me lo creía todo,
hice como que me lo creía todo,
todo aquello, hice como que me lo creía,

entre otras cosas
porque no tenía nada mejor que creer,

y ningún otro sitio adonde ir.